[Esta es la segunda de las historias cortas que utilizando fotografías y textos breves describe espacios urbanos. En este caso he usado el hashtag #ventorrillo. Al mismo tiempo Iago Glez realizó otras fotografías del mismo espacio que pueden verse aquí]
Esta es la historia de una catástrofe anunciada. La combinación de un urbanismo paranoico que genera miedo y obstáculos en lugar de favorecer los flujos y las relaciones, y de la ausencia, durante mas de 30 años, de una visión política que lídere un modelo de ciudad económicamente sostenible y socialmente activo y dinámico.
El barrio del Ventorrillo se sitúa en la periferia de Coruña. Fue el crecimiento natural del Agra del Orzan en los 80. Esta zona tenía una de las densidades mayores de Europa y era un absoluto desastre urbanístico. Paradójicamente esa era la principal razón de su vitalidad. El Ventorrillo por el contrario cuenta con aceras y calles anchas, árboles y zonas verdes. Un oasis en medio del caos.
En los bajos de una de las manzanas se hizo quizás el único experimento extraño, heredero de los barrios encerrados en si mismos y fortificados al exterior que años antes se consideraban el modelo a seguir en esta ciudad.
El centro comercial de El Ventorrilo ocupa un semisótano y dos plantas y cuenta con unos cien locales pequeños ademas de un gran espacio que hasta hace poco ocupaba un centro comercial.
Este centro comercial es un pequeño laberinto de escaleras y rampas.
A pesar de estar abierto a zonas verdes amplias, su interior, sin iluminación ni personas, es tenebroso.
En la actualidad solos unos pocos locales tienen actividad (parece que unos 30 aunque la impresión en una visita es que son muchos menos). El lugar esta desolado y vacío.
Los carteles de alquiler y venta son el decorado mas común en las ventanas y rejas.
Muchos de estos rótulos han empezado a borrarse hace ya mucho tiempo, señal de lo imposible del empeño por deshacerse de esas propiedades ya inútiles.
Los anuncios que recuerdan que la propiedad privada y prohiben todo tipo de actividades resultan sarcásticos y posiblemente innecesarios e inútiles.
La vida comercial languidece tras años de excesos en que el sector financiero (y especialmente las cajas), políticos y ciertos hombres de negocio crearon una ficción comercial que solo buscaba explotar al máximo la burbuja inmobiliaria que ellos mismos provocaron. En el camino se olvidó cualquier posibilidad de modernización del tejido económico y se adormeció y domesticó la participación ciudadana.
¿Y ahora? Los vecinos, tras años de sufrir que el principal mercado local de drogas se situase cerca, tienen miedo a la ocupación de ese espacio abandonado. los dirigentes y líderes o no existen o no son capaces de pensar en modelos diferentes a los que han alentado por varias décadas.
El reto está en dotar a ese y otros espacios de nuevas lógicas económicas y sociales. Quizás la principal barrera sea la propia mentalidad de los que no son capaces de poner en marga esos proyectos pero si son capaces de impedir que se produzca la transformación.